domingo, 21 de febrero de 2010

La multitud errante


Usando como escenario una guerra que ya ha durado demasiados años, la autora nos cuenta la historia de un hombre sin nombre (Siete por Tres) que vaga por los montes, las ciudades, los pueblos buscando a una mujer, la mujer que le acogió en su seno cuando sólo era un niño y apareció abandonado, envuelto en unos trapitos. Es la historia de la búsqueda de todos los hombres, del desarraigo, de la persecución, la historia de todo lo que una guerra va dejando tras de sí. Pero a veces, es la propia búsqueda, la obsesión del reencuentro la que nos ciega y nos impide ver la realidad.

"¿Cómo puedo yo decirle que nunca la va a encontrar, si ha gastado la vida buscándola?
Me ha dicho que le duele el aire, que la sangre quema sus venas y que su cama es de alfileres, porque perdió a la mujer que ama en alguna de las vueltas del camino y no hay mapa que le diga dónde hallarla. La busca por la corteza de la geografía sin concederse un minuto de tregua ni de perdón, y sin darse cuenta de que no es afuera donde está sino que la lleva adentro, metida en su fiebre, presente en los objetos que toca, asomada a los ojos de cada desconocido que se le acerca.
-El mundo me sabe a ella- me ha confesado-, mi cabeza no conoce otro rumbo, se va derecho donde ella.
Si yo pudiera hablarle sin romperle el corazón se lo repetiría bien claro, para que deje sus desvelos y errancias en pos de una sombra. Le diría: tu Matilde Lina se fue al limbo, donde habitan los que no están ni vivos ni muertos.

Pero sería segar las raíces del árbol que lo sustenta. Además para qué, si no habría de creerme. Sucede que él también, como aquella mujer que persigue, habita en los entresueños del limbo y se acopla, como ella, a la nebulosa condición intermedia. En este albergue he conocido a muchos marcados por ese estigma: los que van desapareciendo a medida que buscan a sus desaparecidos. Pero ninguno tan entregado como él a la tiranía de la búsqueda.

-Ella anda siguiendo, como yo, la vida- dice empecinado, cuando me atrevo a insinuarle lo contrario.

He llegado a creer que esa mujer es ángel tutelar que no da tregua a su obsesión de peregrino. Va diez pasos adelante para que él alcance a verla y no pueda tocarla; siempre diez pasos infranqueables que quieren obligarlo a andar tras ella hasta el último día de la existencia."


Laura Restrepo

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