sábado, 13 de febrero de 2010

La sombra del águila

"España. Maldito el día que decidí meterme en semejante berenjenal. Eso ni era guerra ni era nada; una pesadilla es lo que era, con el calor y las moscas y aquellos frailes con canana y pistoleras, y los guerrilleros cazándonos correos en cada vereda, y cuatro baturros con una bota de vino y una guitarra descalabrándome a las tropas imperiales a las puertas de Zaragoza mientras los ingleses sacaban tajada como de costumbre. Cada vez que miro uno de esos grabados del tal Goya me vienen a la memoria aquellos desgraciados con sus ojos de desesperación, engañados por reyes, generales y ministros durante siglos de hambre y miseria, analfabetos e ingobernables, con su orgullo y su furia homicida como único patrimonio. ¡Aquellas navajas, Les Cases, que daba miedo verlas! Mis generales todavía tienen pesadillas en que salen esas navajas donde ponía Viva mi dueño y hacían siete veces clac al abrirse. Esos bárbaros heridos de muerte, cegados por su propia sangre, que aún buscaban a tientas las junturas del peto del coracero para meterle la hoja de dos palmos hasta las cachas y llevárselo por delante, con ellos, al infierno. En España metimos bien la gamba, Beltrand. Cometí el error de darles a esos fulanos lo único que les devuelve su dignidad y su orgullo: un enemigo contra el que unirse, una guerra salvaje, un objeto para desahogar su indignación y su rabia. En Rusia me venció el invierno, pero quien me venció en España fueron aquellos campesinos bajitos y morenos que nos escupían a la cara mientras los fusilábamos. Aquellos hijoputas me llevaron al huerto a base de bien, se lo aseguro. España es un país con muy mala leche."

Arturo Pérez Reverte

1 comentario:

Noldwar dijo...

Dos siglos después aún queda algo de eso, seguimos necesitando un enemigo común para ponernos de acuerdo.