martes, 16 de febrero de 2021

Cristal (fragmento)

 Estoy segura de que el noventa por ciento del tiempo no percibo las cosas que me rodean. Ni siquiera noto que ya no las noto, a no ser que haga una pausa y piense de veras en ello, como estoy haciendo ahora. "Edna dejó poco a poco de percibir que una película de insignificancia y aburrimiento había cubierto las cosas del mundo" es como podría describirlo. Me gustaría afirmar que este embotamiento, esta incapacidad para darme cuenta, son mero producto de la familiaridad y la costumbre, pero me temo que en realidad se deban a que estoy cansada de mirar. "Lleva muchísimo tiempo mirando el mundo, y se ha cansado." 

 

lunes, 8 de febrero de 2021

Fragmento "Cristal"

 Solíamos leernos en voz alta. Ir a librerías, hablar de libros y leernos en voz alta eran las cosas que más hacíamos juntos al principio. Nos turnábamos por capítulos; y cuando había largos pasajes dialogados o cuando leíamos obras de teatro, nos turnábamos con las voces. Leíamos casi siempre en la cama, pero también, sobre todo durante el período inicial, nos leíamos sentados uno frente al otro en sendos sillones, o juntos en un sofá, o en un banco del parque, o en un tren hacia o desde el oeste. No sé por qué dejamos de leer juntos, pero fuimos dejando de hacerlo con regularidad, y luego, sin percatarnos de lo que ocurría, nos encontramos leyendo libros distintos, y dejamos de interesarnos en lo que podía estar leyendo el otro, porque no era el libro que estábamos leyendo y nos aburríamos y nos distraíamos cuando el otro hablaba de su libro. Lo que hacíamos -leer libros distintos- era amueblar habitaciones distintas, construir mundos separados, casi, en los que poder estar y ser nosotros mismos otra vez. Claro está: en estas habitaciones estábamos cada uno a solas, y gradualmente fuimos pasando cada vez más tiempo en ellas y cada vez menos en la casa donde vivíamos juntos. Cuando Clarence se marchó, no creo que me quedara más sola de lo que ya estaba al final, viviendo él todavía en casa. Si hoy abriera la puerta y por algún milagro me lo encontrara sentado en el descansillo, sería, claro, una considerable sorpresa, por no decir que sería un auténtico milagro, dadas las circunstancias, pero, dejando de lado este aspecto de la cuestión, no cambiaría nada: estaría sentado en el descansillo leyendo algo que no me interesara, supongo, de modo que ni siquiera intentaríamos hablar del asunto. ¿De qué hablaríamos?