domingo, 25 de mayo de 2014

Chamán - Noah Gordon

Una de las cosas que más me impactó de este libro es conocer la historia de los indios, de cómo se les persiguió y arrebató todo hasta casi el exterminio, y darme cuenta de lo despreciable que llega a ser el ser humano




"Mientras comía conejo guisado en la casa de Makwa-ikwa, ésta le comunicó serenamente que los sauk deseaban que él les hiciera un favor.
En el transcurso del crudo invierno, habían conseguido varias pieles con sus trampas. Ahora tenían dos fardos de excelentes pieles de visón, de zorro, de castor y ratón almizclero. Querían canjear las pieles por semillas para sembrar su primer cultivo del verano.
Rob J. quedó sorprendido porque nunca había pensado en los indios como agricultores.
- Si nosotros lleváramos las pieles a un comerciante blanco, nos estafaría- comentó Makwa-ikwa.
Lo dijo sin rencor, como hubiera podido contarle cualquier otra cosa.
De modo que una mañana él y Alden Kimball partieron rumbo a Rock Island con dos caballos de carga en los que llevaban las pieles, y otro caballo sin ningún tipo de carga. Rob J. negoció con el tendero del lugar y a cambio de las pieles consiguió cinco sacos de maíz de siembra y tres sacos más: uno de semillas de judía, uno de semillas de calabaza, y otro de semillas de calabacín. Recibió además tres monedas de oro de veinte dólares de Estados Unidos para proporcionar  a los sauk una pequeña reserva de emergencia, por si necesitaban comprar otras cosas a los blancos.
Alden estaba asombrado por la perspicacia de su patrón, convencido de que éste había planeado el complicado trato comercial en beneficio propio. 
Esa noche se quedaron en Rock Island. En una taberna, Rob pidió dos vasos de cerveza ligera y escuchó los recuerdos jactanciosos de quienes en otros tiempos habían luchado contra los indios.
-Todo esto pertenecía a los sauk y a los fox -afirmó el tabernero de ojos legañosos-. Los sauk se llamaban a sí mismos osaukie, y los fox, mesquakie. Eran dueños de todo lo que hay entre el Mississippi al oeste, el lago Michigan al este, el Wisconsin al norte y el río Illinois al sur:
¡cincuenta millones de acres de la mejor tierra de cultivo! La población más grande era sauk-e-nuk, una ciudad corriente, con calles y una plaza. Allí vivían once mil sauk, cultivando dos mil quinientos acres entre el río Rock y el Mississippi. Bueno, no nos llevó mucho tiempo espantar a esos bastardos rojos y hacer producir esa maravillosa tierra.
Las historias que contaban eran anécdotas de peleas sangrientas contra Halcón Negro y sus guerreros, en las que los indios siempre eran malvados y los blancos siempre valientes y nobles. Eran historias contadas por veteranos de las Grandes Cruzadas, casi siempre mentiras evidentes, sueños de lo que podría haber sido si aquellos que las contaban hubiesen sido mejores hombres. Rob J. admitía que la mayoría de los hombres blancos no lograba ver lo que él veía cuando miraba a los indios. Los otros hablaban como si los sauk fueran animales salvajes que habían sido justamente acorralados hasta que huyeron, haciendo que el país resultara más seguro para los seres humanos. 
Rob había estado buscando toda su vida la libertad espiritual que veía en los sauk. Era eso lo que perseguía cuando escribió aquella octavilla en Escocia, lo que había pensado que moría cuando colgaron a Andrew Gerould. Ahora lo había descubierto en un puñado de gentuza extranjera de piel roja. No se estaba dejando llevar por el romanticismo: reconocía la mugre del campamento sauk, el atraso de su cultura en un mundo que los había dejado de lado. Pero mientras bebía su cerveza, intentando fingir interés en las historias alcohólicas de destripamientos, cabelleras arrancadas, pillaje y rapiña, supo que Makwa-ikwa y sus sauk eran lo mejor que le había ocurrido en esas tierras"

lunes, 12 de mayo de 2014

El médico - Noah Gordon

Éste es uno de esos libros que muchos incluirían en la lista de los 100 libros que leer antes de morir. Confieso que me lo recomendaron hace muchos años y nunca me sentí tentada a leerlo (cuanto más me recomiendan un libro menos me atrae, por regla general) pero no me arrepiento para nada de haberlo intentado, y digo intentado porque ciertamente me costó "cogerle el puntillo" al libro. Tiene alrededor de 600 páginas y no empezó a engancharme hasta la 200 aproximadamente, si no fuera porque tanta gente me había hablado bien de él no habría insistido tanto. Finalmente fue una grata sorpresa y yo también me uno a esa larga lista de fieles seguidores que lo recomiendan. 
Mucha gente, como digo, lo ha leído, pero también muchos se quedan ahí y algunos ni siquiera saben que se trata del primer libro de una trilogía. Acabo de terminar de leer "Chamán", el segundo de la trilogía, y éste sí que me ha enganchado desde la primera página, me ha gustado incluso más que "El médico". ¿Me atreveré con el tercero? Yo creo que sí. Y, como siempre, aquí dejo un fragmento. Un saludo y nos leemos!


"En Shipping Norton compraron hidromiel y prepararon otra serie de Panacea, reponiendo la lucrativa provisión. 
Cuando muera y haga cola ante las puertas -dijo Barber-, San Pedro preguntará: ¿cómo te ganaste el pan?
-yo fui campesino, podrá decir un hombre, o fabriqué botas a partir de pieles.
Pero yo responderé "fumum vendidi" - dijo jovialmente el antiguo monje, y Rob se sintió con fuerzas para traducir del latín "Vendía humo"."

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"Los musulmanes, por su parte, no desean educar a miembros de una religión hostil y amenazante, y hace años que las academias del califato no admiten a estudiantes cristianos.
- Comprendo- dijo Rob, consternado.
-Una posibilidad para ti es España. Se encuentra en Europa, en la parte oeste del califato occidental. Allí conviven con facilidad ambas religiones. Hay unos cuantos estudiantes de Francia. Los musulmanes han establecido grandes universidades en ciudades como Córdoba, Toledo y Sevilla. Si te gradúas en una de ellas, serás reconocido como erudito. Y aunque es difícil llegar a España, no tiene punto de comparación con el viaje a Persia. 
-¿Y por qué no fuisteis vos a España?
-Porque a los judíos se les permite estudiar en Persia. Y yo quería tocar el borde de la vestimenta de Ibn Sina.
Rob frunció el entrecejo.
-Yo no quiero atravesar el mundo para convertirme en un erudito. Sólo quiero llegar a ser un buen médico. 
Merlín se sirvió más vino.
-Me confundes... Eres un joven corzo, pero usas un traje de fino paño cuyo lujo yo no puedo permitirme. La vida de un barbero tiene sus compensaciones. ¿Para qué quieres ser médico? ¿Qué significaría un trabajo arduo que no tienes la seguridad de que te va a proporcionar riqueza?
- Me han enseñado a medicar varias dolencias. Sé cortar un dedo estropeado y dejar un muñón pulcro. Pero mucha gente va a verme y me paga, y no sé cómo ayudarla. Soy ignorante. Me digo a mí mismo que algunos pacientes podrían salvarse si yo supiera más. 
-Y aunque estudiaras medicina durante más de una vida, acudiría la gente cuyas enfermedades son misterios, porque la angustia que mencionas es parte integrante de la profesión de curar, y hay que aprender a vivir con ella. Aunque es verdad que cuanto mejor sea la preparación, mejor doctor puedes ser. Me has dado la mejor razón posible de tu ambición."