miércoles, 29 de septiembre de 2010

Los fantasmas de mi cerebro - textos (II)

Mi madre seguía interrogándome con la mirada.
"¿Qué te propones, hijo?"
Mi madre no ha comprendido nunca ni a los estetas ni a los estoicos. Es vida, vida fluente y cree en la resurrección. Le dolió que le sacaran una muela porque dijo que una parte de su ser -extirpada- dejaría de amar a sus hijos. Mi madre tiene en el fondo de los ojos una habitación para cada hijo y por entonces yo ocupaba la más oscura.
Ahora sé que mi madre estaba en un error. Su muela extirpada seguía siendo suya, seguía amando. A mí me duelen incluso los cabellos que me han cortado, el agua que he sudado hace años, las risas de mi niñez.
En lo más hondo de mí hay un cementerio al que va a parar todo lo que de mí aparentemente muere.

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Signos de derrumbamiento:
No me lavo los pies. Me calzo los calcetines del revés. Camino impávido, sin sortear los charcos. Hurgo en los bolsillos buscando migas o algo que morder. Pronuncio para adentro sílabas inconexas: mu, si, jo, pa...
Cruzo la calzada aunque los tranvías estén muy cerca.

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La depresión me ha electrocutado el alma.

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No tengo curiosidad. ¿Para qué? Cuando veo salir el sol pienso en su crepúsculo.
El periódico no puede traer nada que no haya ya ocurrido.


1 comentario:

fernanduskiarna dijo...

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