Mi querida Jolie:
El talón que te envío es más pequeño de lo que esperabas, y no hay remedio. Ponga lo que ponga en nuestro acuerdo de separación, tú sabes tan bien como yo que estas propiedades no pueden considerarse "bienes que generan ingresos". Ya cuando tú te marchaste la mitad de ellas eran gangas teóricas, por no decir algo peor, y ahora están tan tremendamente hipotecadas, tan deterioradas, que apenas si bastan para mantener a flote mi barquilla, mientras boga dando tumbos por este océano de mierda, con lo poquita cosa que es y yendo como va cargada de las más acuciosas necesidades. (Con lo de poquita cosa me refiero al barco, claro; el océano, en cambio, es inconmensurable.) Donde digo "deterioradas" léase cayéndose a pedazos. La señora Crumb intentó abrir la ventana de su dormitorio, hará cosa de una semana, y se le fue entera a la calle. Va a tener que apañárselas con una lámina de plástico, y mientras he tenido que descontarle veinte pavos del alquiler. Todos los meses se me marcha alguien, es una hemorragia incontenible. Dos unidades de la zona de Airport Drive siguen sin alquilarse, por más que me empeño, por más anuncios que pongo, constantemente. Estamos a treinta y seis grados, ahí fuera, y no me atrevo a conectar el aire acondicionado. El dinero que ahora te envío lo he distraído -creo que el término legal es "desviado"- de las Reservas para Reparaciones y Mantenimiento. Como muy bien sabes, lo que se ahorra en esa partida sólo sirve para reducir los ingresos en el futuro. Te recomiendo que lo pienses. Si Todd Fender me llama, le colgaré el teléfono.
Han talado aquel olmo viejo y grande que había en la acera de enfrente. Era el último olmo que quedaba en nuestra manzana. Cuando se fueron los taladores, me acerqué por allí y me subí al tocón que habían dejado, muy ancho y muy blanco, y me quedé mirando nuestra casa, al sol, con todo el calor, sin el consuelo de la sombra. Me impresionó el aspecto tan poco interesante que tenía.
Parece que se ha corrido la voz. Ya han dejado de preguntarme por ti, de querer saber cómo me las compongo. Ahora me miran en silencio, como con pena, me dedican silenciosas ojeadas de conmiseración, de las cuales me congratulo. Y al andar balanceo los brazos de un modo que a mí me parece la mar de desenvuelto... para liarlos y confundirlos. En los viejos tiempos habría llevado un bastón con el pomo de marfil, y la gente habría dicho al verme: "Ahí va el caballero de la literatura." Ahora, en cambio, lo que dicen es... ¡Vaya usted a saber lo que dicen!
Con cariño.
Andy
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