"Está muy claro. Siempre hay hijos de papá que se ponen a hacer la revolución, y que al final, no sé cómo, acaban dirigiéndola. Como son más instruidos, como tienen en los genes la costumbre de mandar, los pringados se fían de ellos y les ceden el timón. Pero los hijos de papá no hacen la revolución por necesidad, sino por pasatiempo, por afán aventurero o para tocarle las pelotas al viejo. Y al final, con ellos a la cabeza, la revolución se va al garete. Porque los hijos de papá listos, cuando se les cura el acné juvenil, siempre vuelven al redil y acaban en su sitio, jugando al golf con sus pares y trabajando de consejero delegado. Y la revolución la cuentan como una batallita, o lo que es peor, la sostienen sólo de boquilla, mientras la traicionan a cada minuto. Son los hijos de papá tontos los que se empeñan en continuar la revolución, junto a los pobres que les siguen; un equipo que sólo puede llegar a donde al final llegan todas las revoluciones: a ninguna parte"
(Lorenzo Silva)
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