Algo después, esa misma tarde, una hormiga exploradora cruzó sobre el puente que Merlín había ordenado a Verruga que hiciera. Era una hormiga de la misma especie, pero procedía de otro nido. Fue detenida por una de las hormigas sepultureras, que le dio muerte en el acto.
La emisión cambió después de haberse radiado esta noticia, o más bien desde el momento en que unos espías descubrieron que en el otro nido había una buena provisión de semillas.
La tonada de luna-tuna-duna fue sustituida por varias marchas militares, y la serie de órdenes se veían interrumpidas por conferencias sobre la guerra, el patriotismo y la coyuntura económica. La agradable voz aseguraba que la querida patria estaba siendo asediada por una horda de asquerosas hormigas de otro nido, y el coro inalámbrico cantó:
Cuando la sangre ajena surge del cuchillo,
Todo marcha perfectamente.
También se informaba que el Padre Hormiga había ordenado sabiamente que las necias de Otronido debían ser siempre esclavas de las de Estenido. La querida patria sólo tenía un fin, en ese momento: remediar un desgraciado estado de cosas, si no quería perecer toda la raza. Otro motivo era que la propiedad nacional de Estenido se veía amenazada. Las fronteras iban a ser violadas, los animales domésticos -los gorgojos-, serían raptados, y en el mejor de los casos todos padecerían hambre. Verruga escuchó dos de aquellas emisiones, con toda atención, a fin de poder recordarlas más adelante.
La primera decía así:
A. Somos más numerosas que ellas, por tanto, tenemos derecho a apoderarnos de su mosto.
B. Ellas son más numerosas que nosotros; por lo cual están haciendo desesperados intentos para robarnos nuestro mosto.
C. Somos una raza superior, y nos asiste el derecho natural de sojuzgar a los enclenques.
D. Ellas son de una raza superior, y están tratando de dominarnos a nosotras, pobres indefensas.
E. Por consiguiente, debemos atacarlas, en defensa propia.
F. Si no las atacamos hoy nosotras, ellas nos atacarán mañana.
G. En todo caso, no es un ataque lo que hacemos, sino que les proporcionamos incalculables beneficios.
(Terence H. White)
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