A mí me parecía una ciudad maldita. Todo estaba igual que cuatro meses atrás. Durante aquellos cuatro meses, una estación había sucedido a otra estación y, en Australia, la primavera incipiente había dado paso al pleno verano. Pero nada más. Sólo eso.
Íbamos a pasar la noche en el hotel y a regresar en el vuelo de la mañana siguiente. La diferencia horaria con Japón es muy pequeña, de modo que, desde nuestra salida, el tiempo había transcurrido tal cual. Después de cenar, me tendí en la cama y me quedé absorto con la mirada clavada en el techo. Y me dije a mí mismo: "Aki no está".
Tampoco estaba cuatro meses atrás. La dejamos en Japón cuando vinimos de viaje de estudios, los de la clase de bachillerato. Desde una ciudad japonesa cerca de Australia hasta una ciudad australiana cerca de Japón. En una ruta así, no hay que hacer escala a medio camino para repostar combustible. Por esa curiosa razón aquella ciudad había entrado en mi vida. La había encontrado hermosa. Todo cuanto veía me parecía diferente, exótico, fresco. Aki existía. Aki lo estaba viendo a través de mis ojos. Pero ahora, vea lo que vea, no siento nada. ¿Qué diablos debería mirar yo aquí?
Eso es porque Aki se ha ido. Porque la he perdido. Ya no hay nada que desee ver. Ni en Australia, ni en Alaska, ni en el Mediterráneo, ni en la Antártida. En este mundo, vaya a dónde vaya, siempre me sucederá lo mismo. Por más maravilloso que sea el paisaje que tenga ante los ojos, nunca me emocionaré; la más hermosa de las vistas no me gustará. Ha desaparecido la persona que me hacía desear ver, saber y sentir..., incluso vivir. Ella ya no volverá a estar jamás a mi lado.
Sólo cuatro meses. Sucedió en el tiempo en que una estación da paso a la otra. Una chica se fue sin más de este mundo. Un hecho insignificante, sin duda, si a ella la consideras uno entre seis mil millones de seres humanos. Pero yo no estoy con esos seis mil millones. A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones. Aquí es donde estoy yo. Donde me encuentro sin ver nada, sin oír nada, sin sentir nada. Pero ¿estoy aquí realmente? Y si no, ¿dónde estoy entonces?