jueves, 26 de abril de 2012

El ecologista escéptico (fragmento)

Recursos no energéticos

La preocupación por el agotamiento de los recursos no sólo afecta a la energía; también la sufren gran cantidad de materias primas no renovables que utilizamos a diario. 
En realidad, siempre hemos temido quedarnos sin recursos. En la antigüedad ya se hablaba de la posible escasez futura de cobre y estaño. En el conocido libro Limits to Growth de 1972 se subrayó la antigua creencia y se afirmó que gran parte de los minerales podían agotarse pronto. El oro se acabaría en 1981, la plata y el mercurio en 1985, y el cinc en 1990. Pero, tal como viene siendo habitual, nada de esto se ha cumplido.


La pesimista (y perdida) apuesta sobre el fin de los recursos

Aunque los economistas llevan tiempo afirmando que los temores sobre el agotamiento de los recursos carecen de base, este miedo fue increíblemente asumido por muchos intelectuales de los años setenta y ochenta. 
Harto ya de las incesantes afirmaciones que daban por terminadas las reservas petrolíferas, alimentarias y de materias primas, el economista Julian Simon desafió en 1980 a estas creencias catastrofistas: apostó 10.000 dólares a que cualquier materia prima que eligieran sus oponentes habría bajado de precio al menos un año después. Los ecologistas Ehrlich, Harte y Holdren, todos ellos de la universidad de Stanford, aceptaron la apuesta, afirmando que "la tentación del dinero fácil resultaba irresistible". Los ecologistas eligieron para la apuesta el cromo, el cobre, el níquel, el estaño y el tungsteno, fijando como plazo un margen de diez años. La apuesta debía comprobarse pasado ese tiempo, determinando si los precios reales (con la corrección correspondiente a la inflación) habían subido o bajado. En septiembre de 1990, no sólo el total de las materias primas, sino cada una de las apostadas, habían bajado de precio. El cromo había bajado un 5% y el estaño un increíble 74%. Los pesimistas habían perdido. 
En realidad era imposible que ganaran. Ehrlich y compañía habrían perdido incluso aunque hubieran apostado por el petróleo, por alimentos como el azúcar o el café, por el algodón, la lana, los minerales o los fosfatos. Todos habían bajado de precio. 

El ecologista escéptico (fragmento)

La crisis del petróleo

¿Por qué estamos pensando siempre que se agota el petróleo cuando no es cierto?
En 1865, Stanley Jevons, uno de los científicos europeos mejor considerados, escribió un libro sobre el uso del carbón en Inglaterra. En su análisis, la revolución industrial mostró un continuo incremento en la demanda de ese producto, lo que inevitablemente podía causar la desaparición de las reservas inglesas de carbón y detener la evolución de su industria. "Nada indica que pueda aparecer algo que sustituya al agente principal de la industria". Sus argumentos no diferían demasiado de los que se exponen en el libro Limits to Growth
Pero lo que él ignoraba es que cuando el precio del carbón subiera, también lo harían los incentivos para buscar usos más eficientes del carbón, para descubrir nuevas reservas, para abaratar los costes de transporte y para encontrar fuentes de energía alternativas, como el petróleo. La crisis pronosticada por Jevons nunca tuvo lugar.
Tanto la idea de que podemos utilizar mejor los recursos como la de que cada vez podemos encontrar más entran en lo que podemos considerar la ingenuidad humana. Es cierto que la Tierra es esférica y limitada, pero eso no es necesariamente un impedimento importante. El verdadero problema consiste en determinar qué tamaño tienen los depósitos que podemos explotar. Aunque parezca que estos depósitos son limitados, si el precio sube, asimismo lo hará el deseo de encontrar nuevos yacimientos y de desarrollar mejores técnicas de extracción. Por lo tanto, la subida del precio eleva también nuestras reservas totales, con lo que el precio volverá a bajar. 

1) Recursos conocidos no es una entidad finita. No es que ya conozcamos todos los lugares en los que hay petróleo y sólo esperemos a extraerlo. Continuamente se exploran zonas nuevas y se encuentran nuevos yacimientos. Pero la búsqueda cuesta dinero, por lo que no se iniciarán nuevas localizaciones mientras haya suficiente producción. 
2) Cada vez explotamos mejor nuestros recursos. El uso de modernos avances tecnológicos nos permite extraer más petróleo de los yacimientos ya conocidos, descubrir nuevas zonas de extracción y comenzar a extraer petróleo en yacimientos que antes resultaban demasiado caros y/o difíciles de explotar. La primera perforación que se realiza en un yacimiento suele aprovechar tan sólo un 20% del petróleo que contiene. Incluso utilizando las más modernas técnicas, además de agua, vapor o inundaciones químicas, más de la mitad del contenido permanece en tierra sin ser extraído. Se calcula que los diez campos petrolíferos más grandes de Estados Unidos seguirán conteniendo el 63% de su petróleo original cuando finalice su explotación. Por lo tanto, aún queda mucho petróleo aprovechable en dichas áreas. 
Al mismo tiempo, cada vez obtenemos más rendimiento por cada litro de petróleo, y aún tiene que mejorar bastante. 
3) Podemos sustituir. Lo que en realidad demandamos no es el petróleo en sí, sino los servicios que nos proporciona. La energía que más solicitamos es la que nos permite calentarnos, y actualmente podemos obtenerla de otras fuentes distintas del petróleo. Por lo tanto, si encontramos otras fuentes de energía mejores y más baratas, prescindiremos del crudo. En Inglaterra, allá por el año 1600, la madera empezó a encarecerse drásticamente (por culpa de la deforestación local y de la deficiente infraestructura), lo que obligó a un cambio progresivo hacia el consumo de carbón. A finales del siglo XIX se produjo un cambio similar, esta vez desde el carbón al petróleo. 
A corto plazo, parece más razonable sustituir el petróleo por los otros combustibles fósiles conocidos, el gas y el carbón. Sin embargo, a más largo plazo cabe la posibilidad de que cubramos gran parte de nuestras demandas energéticas mediante la energía nuclear, eólica y solar, la biomasa o el aceite de esquisto bituminoso. 

El ecologista escéptico (fragmento)

Malthus y el hambre eterna

Parece obvio que cuanta más gente habite la Tierra menos comida habrá para cada uno. Esta sencilla teoría la formuló en 1798 el reverendo Thomas Malthus, un economista y demógrafo ingles. El argumento se hizo muy popular en los años setenta gracias al exitoso libro Limits to growth.
La teoría de Malthus defendía que la población crece anualmente de forma exponencial. La población del planeta se duplica cada cuarenta años. Por lo tanto, en ochenta años seremos cuatro veces más y en ciento veinte años nos habremos multiplicado por ocho. La producción de alimentos crece más despacio -con un crecimiento lineal-. Podría duplicarse en cuarenta años, pero en ochenta no pasaría del triple actual, y en ciento veinte años sólo sería cuatro veces mayor que ahora. La población crecerá cada vez más deprisa, mientras el crecimiento de la producción alimentaria se mantiene constante. Por lo tanto, a largo plazo la producción de alimentos perderá la carrera frente a la población. Mucha gente morirá de hambre. 
La teoría de Malthus es tan simple y atractiva que muchos reconocidos investigadores cayeron en ella. Pero las pruebas parecen desmentir esta teoría. 
La población raramente crece de forma exponencial. Del mismo modo, la producción de comida no aumenta linealmente. De hecho, la producción agrícola mundial se ha duplicado desde 1961, y en los países en vías de desarrollo es ahora más del triple. Esto significa que se ha producido un crecimiento estable en la cantidad de comida disponible para cada miembro de la población. 
Según la definición de Naciones Unidas, una persona pasa hambre si no ingiere suficiente comida como para realizar una actividad física suave. A nivel global, la proporción de personas hambrientas ha bajado desde un 35% a un 18%, y las previsiones apuntan a que esta cifra caerá hasta un 12% en 2010. La cifra es esperanzadora si se compara con el 45% que se predijo en 1949.

martes, 24 de abril de 2012

El ecologista escéptico (fragmento)

Realidad: el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)

El WWF centró su interés a finales de 1997 en los incendios que arrasaban los bosques de Indonesia, causando espesas nubes de humo que cubrían gran parte del Sudeste Asiático. No hay duda de que este fenómeno resultó dañino para los habitantes de las ciudades, pero el WWF subrayó el hecho de que los incendios forestales no eran más que una señal de que los bosques del mundo estaban "en peligro", noticia que el Instituto Worldwatch ya había anunciado en 1997 como uno de los primeros signos de un desastre ecológico.
El WWF proclamó 1997 como "el año en que se incendió el mundo", porque "en 1997, el fuego arrasó más bosques que en cualquier otra época de la historia". Resumiendo, el presidente de WWF, Claude Martin, aseguró, sin lugar a dudas, que "no se trata únicamente de una emergencia; es un desastre planetario". Pero tras una inspección más detallada las cifras no apoyan esta denuncia: 1997 estuvo bastante por debajo del récord, y el único motivo por el que en ese año los incendios de bosques en Indonesia fueron noticia es el hecho de que por primera vez irritó tremendamente a los habitantes de las ciudades. En total, los incendios forestales en Indonesia afectaron aproximadamente al 1% de los bosques de ese país. 
De forma similar, WWF en 1997 aseguró en una nota de prensa: "Dos terceras partes de los bosques del mundo se han perdido para siempre". Tanto en esa nota como en su informe anual sobre bosques de 1997, explicaban cómo "las últimas investigaciones llevadas a cabo por WWF muestran que al menos dos terceras partes de la cubierta forestal original de la Tierra se habían perdido". Esta afirmación me resultó asombrosa, ya que la mayoría de las fuentes consultadas cifraban esas pérdidas en un 20%. Esta incongruencia me llevó a llamar a los responsables de WWF en Inglaterra y a hablar con Rachel Thackray y Alison Lucas, que habían sido las responsables de la nota de prensa, y pedí ver el informe de investigación de WWF. Todo lo que pudieron decirme fue que, en realidad, nunca había existido ese informe y que WWF obtuvo los datos de Mark Aldrich, del World Conservation Monitoring Centre. Aparentemente, sólo se habían fijado en los datos máximos, y debido a problemas de definición habían incluído los bosques del hemisferio Norte en la primera valoración de la cubierta forestal original, pero en la posterior los habían omitido. 
A partir de ese no informe, WWF nos decía: "Ahora que sabemos la extensión de bosque perdido... Lo realmente aterrador es que el ritmo de destrucción de bosques se ha acelerado tremendamente en los últimos cinco años y continúa aumentando". Sin embargo, la ONU nos dice que la tasa de deforestación fue de un 0,346% en los años ochenta y de sólo un 0,32% en el período de 1990-1995, lo que supone que no sólo no se ha incrementado tremendamente, sino que se ha reducido. 
El WWF nos cuenta que la deforestación es máxima en Brasil, donde "sigue produciéndose la mayor tasa anual de bosques perdidos de todo el planeta". Los datos reales nos demuestran que la tasa de deforestación de Brasil se encuentra entre las menores dentro de los bosques tropicales; de acuerdo con los datos proporcionados por la ONU, la tasa de deforestación anual en Brasil es del 0,5% frente al 0,7% anual de media.

domingo, 22 de abril de 2012

El ecologista escéptico (fragmento)

Las cosas van "mejor", pero no necesariamente "bien"

No es cierto que estemos acabando con la energía ni con los recursos naturales. Cada vez habrá más alimento per cápita para la población mundial. Cada vez hay menos gente que pasa hambre. En 1900, nuestra esperanza de vida estaba en 30 años, actualmente llega hasta los 67 (tened en cuenta que el libro tiene sus años). Según los datos proporcionados por Naciones Unidas, la pobreza se ha reducido más en los últimos cincuenta años que en los quinientos anteriores, prácticamente en todos los países del mundo. 
Aunque es cierto que se está produciendo un leve calentamiento global, su valor y proyección futura se juzgan irrealmente de forma pesimista, y el remedio de reducir de forma drástica e inmediata el consumo de carburantes fósiles resulta incluso peor que el problema original; es más, su impacto total no supone un problema devastador para nuestro futuro. Tampoco es cierto que vayamos a perder entre el 20-50% de las especies durante nuestra vida; de hecho, es probable que sólo desaparezcan el 0,7%. La lluvia ácida no está matando nuestros bosques, y el aire y el agua que nos rodean están cada vez menos contaminados. 
En realidad, el destino de la humanidad ha mejorado prácticamente en todos los  indicadores analizables. 
Pero piensen con detenimiento en lo que estoy diciendo: la mayoría de los indicadores muestran que el destino de la humanidad ha mejorado enormemente. Sin embargo, esto no significa que todo vaya razonablemente bien. Todo lo que he leído por ahí me ha hecho descubrir la importancia de esta distinción. Son muchos los que creen poder demostrar que estoy equivocado, por ejemplo constatando que hay mucha gente que aún pasa hambre. "¿Cómo puede decir que las cosas van mejor cuando el 18% de la población en países en desarrollo aún pasa hambre?"
El hecho es que cada vez hay menos gente en el mundo que pasa hambre. En 1970 el 35% de los habitantes en países en desarrollo pasaba hambre. En 1996 la cifra había bajado hasta el 18%, y la ONU prevé que descienda hasta el 12% en 2010. Esto se puede considerar un progreso importante. Hasta el día de hoy, las personas que cuentan con comida suficiente se han incrementado en dos mil millones. 
La situación alimentaria ha mejorado considerablemente, pero en 2010 aún habrá 680 millones de personas pasando hambre, lo que, como es obvio, no puede calificarse de suficientemente bueno
La diferencia resulta esencial; cuando las cosas no van suficientemente bien, la misión es sencilla: debemos reducir el hambre en el mundo. Este es nuestro objetivo político. 

sábado, 21 de abril de 2012

El ecologista escéptico (fragmento)

La letanía

Este libro pone a prueba nuestro conocimiento general del entorno: la Letanía sobre nuestro medio ambiente en permanente deterioro. Este es un punto de vista sobre el medio ambiente formado a partir de las imágenes y los mensajes que aparecen a diario en televisión, en los periódicos, en declaraciones de los políticos e incluso en las charlas informales en el trabajo o en la mesa de la cocina.
[...]
Esta Letanía se les ha inculcado incluso a los niños
[...]
Esta forma de entender el medio ambiente es la que impera actualmente. Todos estamos, en mayor o menor medida, familiarizados con la Letanía: el medio ambiente terrestre está en un estado lamentable. Nuestros recursos se agotan. La población no para de crecer, reduciendo al tiempo la cantidad de alimento disponible. El aire y el agua están cada vez más contaminados. Los seres vivos que pueblan el planeta se extinguen por millares -estamos eliminando a más de cuarenta mil especies al año-. Los bosques desaparecen, los recursos pesqueros disminuyen drásticamente y los arrecifes de coral se están muriendo.
Estamos devastando nuestro planeta: el suelo fértil desaparece, el asfalto y el hormigón cubren la naturaleza destruyendo la vida salvaje, modificando el clima de biosfera y, en un futuro, acabando con nuestra propia existencia durante este proceso. El ecosistema de la Tierra se está destruyendo. Nos acercamos a gran velocidad al límite absoluto de la viabilidad, al tiempo que el techo de crecimiento está cada vez más cerca.
Conocemos esta Letanía y la escuchamos tan a menudo que volver a contarla resulta casi tranquilizador. Tan sólo hay un problema: ninguno de estos vaticinios se apoya en datos reales.

El ecologista escéptico (prólogo a la edición española - fragmento)

"La polémica que está rodeando a este libro es enorme. Cuando hace seis años me planteé describir el estado medioambiental de nuestro planeta, nunca imaginé la cantidad de controversias y debates que provocaría mi decisión. 
Mi interés por evaluar el estado medioambiental del planeta comenzó después de leer una entrevista con el economista americano Julian Simon en 1997. En ella denunciaba que gran parte de nuestra percepción sobre el estado del mundo estaba basada en estadísticas poco fiables y no estaba respaldada por pruebas empíricas. Contrariamente a lo que muchas teorías catastrofistas intentan hacernos creer, Simon afirmaba que el verdadero estado del mundo está mejorando; y no empeorando, cada vez más. Como antiguo miembro izquierdista de Greenpeace, lo primero que pensé fue que no se trataba más que de otra propaganda de la derecha americana. Como profesor universitario de estadística, también pensé que sería sencillo analizar más detenidamente las evaluaciones sobre el medio ambiente, con el fin de probar que Julian Simon se equivocaba. Pero, en general, el que se equivocaba era yo. En poco tiempo descubrí que la mayoría de las ideas tremendistas sobre el medio ambiente carecían del respaldo que aportan las estadísticas oficiales. No es cierto que estemos agotando los recursos naturales, el hambre y la pobreza disminuyen continuamente, cada vez disfrutamos de una vida más larga y saludable, y tanto el agua como el aire que nos rodean están menos contaminados y no al contrario." (Continuará...)




Acabo de empezar a leer este libro y ha sido todo un descubrimiento para mí. La primera edición fue publicada en danés en 1998. Hoy día sigue generando debate y espectación, por eso me ha parecido buena idea compartir en éste y otros post los fragmentos que yo, particularmente, considero interesantes. Que los disfrutéis.